La semana pasada participé en un Coloquio sobre el poema largo, que tuvo lugar en la Casa de Velázquez en Madrid (organizado por la Universidad de Toulouse y la UNED). Al preparar mi intervención los meses previos caí en la cuenta de que en España existía una sostenida práctica del poema largo durante el siglo XX, pero faltaba la tradición crítica, al contrario de lo que ocurre en la literatura anglosajona y latinoamericana, donde la creación de poemas extensos ha venido arropada por una reflexión paralela que ha leído y hecho leer tales poemas como pertenecientes a una línea y formando un conjunto.
El poema largo plantea problemas específicos, empezando por su definición: ¿cómo de largo debe ser un poema para ser considerado "largo"? Pero el principal escollo con que se encuentran sus estudiosos es el de la disyuntiva entre unidad y fragmentación. Poe dejó sentado que la expresión "poema largo" era una contradicción en sí, pues es imposible mantener la atención y conseguir un efecto verdaderamente lírico cuando la extensión supera digamos los 100 versos, cantidad donde él ponía la frontera. En consecuencia, para Poe, un poema extenso no era más que una secuencia de poemas breves. Eliot escribió que Poe simplemente era incapaz de escribir un poema largo y de ahí su rechazo, aunque varias de las piezas líricas del autor de "El cuervo" no son precisamente cortas, medidas por los estándares actuales.
Octavio Paz (autor de canónicos poemas largos) consideró que la esencia de este tipo de escritura (no me atrevo todavía a llamarlo "género") estriba en una estructura dinámica que conjuga sorpresa y repetición, todo ello mirando hacia la unidad del conjunto. Juan Ramón Jiménez, por el contrario, habló de una sucesión continua de sorpresas. Lo hizo para definir su definitivo poema largo, Espacio. La existencia de este inmenso poema explica en gran parte la ausencia de una tradición española al respecto. Se trata de un texto tan definitivo y avasallador, tan total, que cualquiera que se ponga a su sombra acabará anulado. Si hay un ejemplo claro de angustia de la influencia es este. Espacio es un texto castrador para cualquiera que intente situarse en su estela. Debería haber sido nuestro The Waste Land, pero pocos se han atrevido a tomarlo como modelo, y mucho menos a declararlo.
Si algo caracteriza al poema largo es la existencia de evidentes tensiones en su interior. El propio Juan Ramón, cuando está explicándole a Cernuda en una carta por qué prefiere el poema breve, con razones similares a las de Poe, y por qué solo este es poesía, introduce, para nuestro asombro, el anuncio de que está escribiendo Espacio. Juan Ramón juega con la tensión entre sucesión y simultaneidad a lo largo del poema, trasladando a su interior la contradicción que se desprende de su declaración a Cernuda, de la que pareció no ser consciente, por otra parte. Espacio es un solo instante de conciencia desplegado en sucesión de ráfagas líricas, biográficas, filosóficas, culturales...
Se han escrito muchos poemas largos en España desde mediados del siglo pasado. Solamente Gimferrer hace un guiño a Espacio en el casi homónimo L'espai desert. Por los demás se pasean los nombres de Eliot, Saint-John Perse, Octavio Paz, pero se diría que los poetas españoles han escrito sus poemas extensos de espaldas a sus compatriotas, y que los críticos patrios tampoco han sabido intuir una línea o crearla, que para eso está la crítica también. Desde La casa encendida de Rosales, que puede ser un buen punto de partida, contamos con los poemas de Colinas (Sepulcro en Tarquinia y Noche más allá de la noche), los diversos de Gimferrer (empezando por La muerte en Beverly Hills), Bajorrelieve, de Diego Jesús Jiménez, La marcha de 150.000.000, de Enrique Falcón, Descripción de la mentira, de Antonio Gamoneda, y un largo etcétera, que como afluentes podemos hacer converger en un solo gran río, inventando una geografía poética o practicando una hidráulica filológica que acabe pareciéndose a la realidad; así es como se riega el campo continuamente renovado de la tradición. Y ya puestos, ¿por qué no leer en esta clave el García Baena de "Llanto de la hija de Jephté" o "Narciso", el poco conocido "The Lady of Ilici" de Antonio Gracia, o "Religio" de Carlos Piera?