Cristina Falcón Maldonado, Borrar el paisaje. Avinyonet del
Penedès (Barcelona): Editorial Candaya, 2014. 125 pp.
Este
tercer poemario de Cristina Falcón gira en torno a la experiencia de la pérdida
y constituye una exploración en el dolor y una intensa pelea con la memoria. El
proceso de borrado del que habla el título tiene que ver precisamente con la
posibilidad del olvido como salvación, según se lee en el último poema:
“Escribo para salvarme / a sabiendas de lo inútil. // Ojalá me vuelva olvido”
(125). Pero asistimos a la paradoja de que la escritura poética establece una
forma de memoria, escribir es recordar, como también nos enseña continuamente
el libro. En esa ambivalencia y precario equilibrio, se mueve la poesía intensa
y dolorida de este libro.
Cristina
Falcón se sitúa en la línea fundamental de la poesía moderna y contemporánea
con la práctica del poema breve (algunos de apenas un par de líneas), que
precisamente por su brevedad gana en intensidad. Esta opción de la modernidad
poética entiende la escritura como un borrado precisamente, y un camino hacia
el silencio o el olvido. En este ir despojándose y desnudándose,
desprendiéndose de lo superfluo, se va orillando también lo lírico y la idea de
canto, quedando la poesía en pura sugerencia, al borde del desvanecimiento, en
la proximidad de lo gnómico: “Hoy que se puede // celebremos que escampa / el
aguacero de las ausencias” (115). Se pierde así una música exterior, pero se
alcanza una música íntima, en la periferia de los sentidos.
Conviene
poner lo dicho a la par de la concepción de la poesía como hipótesis y reino de
lo posible. Las seis partes de que se compone el poemario llevan por título una
condicional truncada: “Si la vida”, “Si la muerte”, “Si morir”, “Si lo que
queda”, “Si la nada” hasta llegar a la expresión pura de la posibilidad: “Si”,
sección que cierra el volumen. Es inevitable que el proceso de despojamiento y
de borrado se conjugue con una estética de la sugerencia absoluta y de lo
posible total. Cuanto más eliminamos del poema, más se abre el campo del sentido
hacia todas las posibilidades y más universo es capaz de albergar; extremo en
que lo contemporáneo se encuentra, como no podía ser menos, con la antigua
tradición de la mística.