La escasa presencia de sonetos en la producción de Ángel González (dieciséis en una obra que abarca más de cinco décadas) es la probable causa de que apenas se haya estudiado este aspecto en la poesía del ovetense. Pero es precisamente la escasez y excepcionalidad en su cultivo lo que quizá hace más significativa la aparición de esta forma, a lo que hay que añadir el hecho de que, si bien la mayoría de los sonetos se agrupan en los inicios de su carrera lírica (los dos primeros libros suman once de los dieciséis totales), González parece haber sentido cierto apego por ellos, pues no deja de cultivarlos hasta el final. De hecho, es el soneto la única forma métrica del repertorio a la que se atiene; a excepción de unas décimas en Áspero mundo, con muchas licencias, y unos serventesios titulados «Calambur» en Muestra, corregida y aumentada. Tampoco es muy partidario nuestro poeta de la rima consonante, propia del soneto, aunque aprovecha en ocasiones sus potencialidades humorísticas y sarcásticas, cuando no socarronas.
Contribuye también a esta desatención crítica el hecho de que el tono propio del soneto no coincide con lo que acabará siendo el estilo característico de la poesía de Ángel González, apreciable ya desde las primeras entregas, cuando el soneto es todavía un elemento que merece toda una sección del poemario Áspero mundo. Como se la ha venido definiendo, la de Ángel González es una poesía de la ironía, el humor, las formas sueltas, el tono coloquial..., rasgos que se compadecen poco con la rigidez y la elevación que prototípicamente se atribuyen al soneto.
El mismo autor ha hecho una distinción, a propósito de su obra primera, entre los poemas de un carácter más personal y los de inspiración más libresca. Sobre los sonetos de Áspero mundo declara:
versos muy literarios que expresaban poco o nada de mí: vagas disposiciones sentimentales, emociones más inventadas o deseadas que vividas (los Sonetos, casi todas las Canciones, y también los poemas de la parte titulada Acariciado mundo que, aunque derivados de un sentimiento amoroso verdadero, son únicamente, en el fondo, un puro ejercicio imaginativo)
Ángel González encierra en estas palabras la clave interpretativa de la tensión que existe en toda poesía entre lo literario (lo recibido) y lo vivencial, lo cual se pone especialmente de manifiesto en el uso de formas tan rígidas y tan cargadas de historia literaria como el soneto. La tensión se incrementa cuando el poeta que elige el soneto opta, como es nuestro caso, por una poesía de la experiencia personal y de la comunicación inmediata con el lector. Literatura y vida, forma y vivencia son los dos polos entre los que se mueve toda poesía, y el soneto es especialmente apropiado para estudiar esta convivencia conflictiva de elementos, en tanto que tiende a la primacía de la forma y tiene una extensa historia literaria detrás.
Sobre este tema podéis leer el artículo completo publicado en Prosemas. Revista de Estudios Poéticos, nº 1, 2014.
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