sábado, 7 de marzo de 2020

Un pequeño poema de Borges


El maestro Borges escribió memorables poemas que, al menos a mí, me han revelado aspectos de la realidad que sin ellos probablemente nunca hubiera conocido. No hay gratitud bastante con que reconocérselo. Hoy quiero detenerme, a modo de pequeño tributo, no en esos poemas inmensos, sino en un breve y escondido poema de su primera etapa, no menos revelador, sin embargo.

                                El Sur

           Desde uno de tus patios haber mirado
           las antiguas estrellas,
           desde el banco de sombra haber mirado
           esas luces dispersas
           que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar
           ni a ordenar en constelaciones,
           haber sentido el círculo del agua
           en el secreto aljibe,
           el olor del jazmín y la madreselva,
           el silencio del pájaro dormido,
           el arco del zaguán, la humedad
           —esas cosas, acaso, son el poema.


Lo primero que llama la atención de texto es que los doce versos de que consta forman una sola oración, estructurada en forma atributiva de manera global. Su sujeto es una sucesión paralelística de infinitivos compuestos: «haber mirado» (2 veces) y «haber sentido», forma que desde luego no es prototípica para la función de sujeto y que pone de relieve el carácter pretérito y acabado aspectualmente de la acción, sin indicar el sujeto, consiguiendo así un alto grado de abstracción, que viene contrapesado con expresiones referenciales concretizadoras como «uno de tus patios», «el banco de sombra», que además sitúan en un ambiente de cotidianidad la escena.

Sorpresivamente aparece el enunciador (y sujeto de las acciones) en el verso 5 de manera indirecta: «mi ignorancia». A partir de entonces el poema sigue ganando en abstracción, pues pasamos de «mirar» al más genérico «sentir» (con la implicación de que la caída de la noche impide el sentido de la vista), pero mientras que «el olor del jazmín y la madreselva» se pueden, en efecto, «sentir», no ocurre lo mismo con «el círculo del agua» o, sobre todo, con «el silencio del pájaro dormido», que implica la ausencia de toda sensación. De esta manera, sentir extiende su sentido a adivinar, con la creación de un nuevo concepto que mezcla ambos, lo cual es pertinente, a primera vista, para establecer la conexión final entre «esas cosas» y «el poema», de manera que una lectura posible del texto es que el «poema» se mueve en el entorno de ese «adivinar sensorial», al igual que juega en el terreno intermedio entre lo abstracto y lo concreto, según ha mostrado el desarrollo del texto.

No obstante, las indeterminaciones llegan más lejos, pues aparte de la actitud dubitativa del hablante («acaso»), se detectan dos ambigüedades más: «esas cosas», ¿se refiere a las acciones o a los objetos, o al conjunto de ambos?; y el verbo «ser» ¿hay que entenderlo como estrictamente copulativo o como expresión de causalidad: «esas cosas generan el poema»? Parece claro que lo que quiere comunicar el texto es que la poesía tiene su esencia más propia en las indeterminaciones, en la imprecisión y en cierta vaguedad en los límites de lo acostumbrado, y lo transmite precisamente con construcciones que tienen esa cualidad. El paralelismo y la yuxtaposición como estrategias constructivas para desarrollar una sola amplia oración propician esos efectos de parsimonia, concentración y amalgamiento de sentidos y significados.

La poesía es, pues, ese tanteo entre lo múltiple que deviene (acaso) unidad, y la noche en que se esconde quien enuncia es la invitación para el que lee a borrar contornos, confundir conceptos y soñar imposibles simultaneidades. Tantas solapadas vidas caben en un patio tan pequeño.

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