domingo, 16 de marzo de 2014

Antología Olcades: Miguel Mula


EL ABRAZO DEL LOCO

El abrazo (Die Umarmung), de Egon Schiele


I

     Un loco de poema cargado de bolsas de desperdicios en su retórica de silencio busca la salida del supermercado. Con su pose de San Juan de la Cruz guiña cortésmente un ojo a la pescadera y las chicas de la carnicería contoneándose le muestran dulcemente la salida del aparcamiento, dejando caer a sus pies pétalos de rosa que él va recogiendo para fumar. Mientras busca entre los coches aparcados acecha el beso de la reina de las cajeras, que nunca llega.
     Mido mi soledad por las veces que pasa ese loco bajo mi balcón.

II

     Un loco de poema cargado de bolsas de desperdicios en su retórica de silencio busca la salida del supermercado y se encuentra en el ascensor a un muerto pintando un cuadro.
    Dos amantes de carnes crispadas en un lecho que apenas se intuye, sobre un mundo oxidado; desnudos, claro, desnudos, pues el fin acecha y saben del deseo.
    Pero el loco pregunta al artista, descubre el engaño y reconoce a los verdaderos protagonistas del cuadro; a saber:

      1º- Lo que dice el hombre al oído de la mujer:

               Gacela y fuga, oblicua miel, vida,
               solo una noche crucé tu Aqueronte,
               laguna y gruta húmedas,
               solo una noche,
               y vuelvo hoy a tus ojos
               muerto del orgullo de poseerte.

      2º- Lo que dicen las manos de la mujer, palabras que no se pueden repetir aquí.

              (De Arqueros en mi fiesta)
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Este poema de Miguel Mula es, para mí, el mejor de su libro. La referencia o la inspiración en el cuadro de Schiele parecerían llevarnos a una lectura ecfrástica del texto, sin embargo el poema no habla sobre el cuadro sino que, paradójicamente, hay que entenderlo como el germen de la pintura.
Me explico. El diálogo entre los amantes está inspirado directamente en la tradición mística, de ahí la aparición del pordiosero, transfiguración de San Juan de la Cruz, en su "retórica de silencio". Aparece entonces otro místico moderno; el hecho de cruzar el Aqueronte, con clara alusión sexual, no puede más que recordar a los versos finales de "Before I Knocked", de Dylan Thomas:

         You who bow down at cross and altar,
         Remember me and pity Him
         Who took my flesh and bone for armour
         And doublecrossed my mother's womb. 


En ellos el "Dios Padre" (llamémosle así) cruza por dos veces y traiciona (doblecross significa ambas cosas en inglés) el vientre de la mujer. Traición o engaño que también existe en el poema y que descubre el harapiento visionario. Pero ¿qué descubre? Quizá que todo ocurre en un plano literario, que su encuentro en el ascensor con el pintor es solo un eco del "encuentro fortuito sobre una mesa de disección de una máquina de coser y un paraguas" de Lautréamont, que el escenario banalmente urbano y cotidiano del fracasado romance con las chicas del supermercado es una fantasía del anónimo emisor del poema que, embalconado, cronometra su soledad al paso del extravagante personaje de su invención en un tiempo imposible.

La pintura, así, es igualmente producto literario, imaginación del solitario ser que "oye" inexplicablemente las palabras de los amantes que preceden o inspiran la imagen... pero las palabras que de verdad son la poesía son las que "no se pueden repetir aquí", y a ellas la pintura, en su necesaria mudez, es absolutamente fiel, más que la literatura.

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