martes, 4 de marzo de 2014

Reivindicación de Raúl González Tuñón

Hay poetas a los que se llega por caminos sinuosos. A mí me ocurrió con Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 1905-1974). Lo tenía alojado en la cara B de un antiguo elepé (de esos que los de provicias coprábamos en Discoplay) cuya cara A contenía a Paco Ibáñez cantando poemas de Neruda, de los de la "Canción desesperada" (una alegría de disco, vamos, ahora que lo pienso).

A Tuñón le ponía voz el entonces para mí incógnito "Cuarteto Cedrón". Con el tiempo empecé a preferir el reverso al anverso, buscar otros discos del conjunto argentino (a cuál mejor) y andar tras los pasos y versos del poeta, nada fáciles de encontrar en España. Un dato: la más reciente y completa antología de González Tuñón, Poesía reunida, la ha editado Seix Barral en 2011, pero, por lo que yo sé, solo en su filial argentina, y no circula en nuestro país.

Sin embargo, España significó mucho para González Tuñón, por lo menos tanto como para Neruda o Vallejo, le dolió sobre todo en los crueles tiempos de la Guerra Civil, y como ellos dejó un intenso libro sobre el conflicto: La muerte en Madrid (1939), que no desmerece de los otros. A este había precedido La rosa blindada (1936) sobre la insurrección de Asturias. Al margen: creo que falta un trabajo sistemático sobre los poemarios de autores no españoles dedicados a la Guerra Civil, pues en este campo se transita siempre por la misma senda. Al olvidado González Tuñón habría que añadir su amigo y compatriota Álvaro Yunque, que no estuvo en España, pero que hizo su contribución poética al trágico evento (España, 1936).

Bien pensado, González Tuñón tuvo una vida paralela a la de Neruda; se inició en la bohemia de su ciudad natal, en este caso Buenos Aires, vivió en España, militó en el partido comunista, visitó Rusia, y fue un infatigable viajero. Su Canto general fue el Primer canto argentino.

Su poesía no es tan torrencial como la del chileno, pero comparte con él esa mirada asombrada por las cosas cotidianas, que no renuncia a introducir impurezas líricas en el poema y a llamar a la realidad por sus diversos y complejos nombres, lo que le da acceso a zonas de expresión que no alcanzan otros poetas, más armoniosos y menos arriesgados. La calle del agujero en la media (1930) quizá sea el título más significativo del poeta, "una calle que hay en cualquier ciudad" , pero en la que ocurren cosas como estas:

                El ciego está cantando. Te digo: amo la guerra.
                Esto es simple, querida, como el globo de luz
                del hotel en que vives. Yo subo la escalera
                y la música viene a mi lado, la música.
                Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda.
                Alegres en lo alto de una calle cualquiera,
                alegres las campanas con una nueva voz.
                Tú crees todavía en la revolución
                y por el agujero que coses en la media
                sale el sol y se llena todo el cuarto de sol.

González Tuñón se hizo un alter ego a su medida (nada de heterónimos, no) al que llamó Juancito Caminador. Sí, es lo que parece: la traducción española de Jonhy Walker, así que ya se intuye por donde van los tiros. Personaje funámbulo y trotamundos que en la mejor tradición de la elegía anticipada escribió la canción para su supuesta muerte (antes y, en mi opinión, mejor que Gil de Biedma).

"Horas se podría estar contando esta historia", en palabras de Juan Gelman (también musicado por el Cuarteto Cedrón y al que González Tuñón prologó su primer libro), pero aquí lo dejo y el resto corre de vuestra cuenta: vivid al poeta leyéndolo y, por qué no, escuchándolo.
 



1 comentario:

  1. Muchas gracias Ángel Luis por tus iluminadoras palabras y reivindicación de este poeta argentino, que volveré a leer y escuchar por tu invitación. Gracias

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